miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Fue un sueño? de Guy de Maupassant


¿FUE UN SUEÑO?

GUY DE MAUPASSANT



   ¡La había amado locamente! ¿Por qué se ama? ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria.
 
   Voy a contaros nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura, de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorbido por todo lo que procedía de ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo mundo.

   Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí!.

   Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío!¡Dios mío! ¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me marché de allí corriendo.

1

   Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje.
  
   Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación - nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo que queda de la vida de un ser humano después de su muerte -, me invadió tal oleada de nostalgia y de pesar, que sentí deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya entre aquellas cosas, entre aquellas paredes que la habían encerrado y la habían cobijado, que conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de su aliento, en sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para marcharme, y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí para poder contemplarse todos los días de la cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
  
   Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas veces... tantas veces, tantas veces, que el espejo tendría que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal - en aquel liso, enorme, vacío cristal - que la había contenido por entero y la había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh,
el recuerdo! ¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro!

   Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con esta breve inscripción:

«Amó, fue amada, y murió.»

   ¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo, y un extraño y loco deseo, el deseo de un amante desesperado, me invadió. Deseé pasar la noche, la última noche, llorando sobre su tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una solución, me puse en pie y empecé a vagabundear por aquella ciudad de la muerte. Anduve y anduve. Qué pequeña es esta ciudad comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones que ven la luz del día al mismo tiempo, beber agua del manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.

2
   ¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas nada, apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra. ¡Adiós!
 
   Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los que lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie cuida, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado con carne humana.

   Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas y sombrías ramas. Esperé, agarrándome al tronco como un náufrago se agarra a una tabla.

   Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar suavemente, lentamente, silenciosamente, hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí encontrar de nuevo la tumba de mi amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho, incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas como un ciego buscando su camino. Toqué las lápidas, las cruces, las verjas de hierro, las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude encontrarla!

   No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo Tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de mí, a mi alrededor, en todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse. ¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza, en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor, pero no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir.

   Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se estaba moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí, vi claramente como se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo, empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la cruz pude leer:

3
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió en la gracia de Dios.»

   El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló el lugar donde habían estado grabadas. A continuación con la punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo:

«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que pudo, y murió en pecado mortal.»

   Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían borrado las líneas que sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían sido atormentadores de sus vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, calumniadores, envidiosos; que habían robado, engañado, y habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos, aquellas hijas castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables. Todos ellos estaban escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba, o fingía ignorar, mientras estaban vivos.

   Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos, entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido que la encontraría inmediatamente. La reconocí al instante sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la cruz de mármol donde poco antes había leído:

Amó, fue amada, y murió. Ahora leí:


«Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»
 

  Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento.


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5 comentarios:

  1. ´´Creia el y sentía que era real lo que andaba soñando ´´
    Pero en realidad no era asi ella había muerto ,pero el todavía no lo creía
    Seguía creyendo que ella estaba con el y nunca se había hido esa tarde lluviosa la cual ella había regresado mojada y empezaba a toser .
    Amy Gonzalez 2°E

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  2. Bryam Arturo Orozco Ramirez
    Secundaria #158 "Gabino Barreda"
    2° "D"
    yo entendi que un hombre entro en nostalgia al perder a su esposa despues de que esta enfermo gravemente, el por su dolor fue al cementerio en el cual enterraron a su esposa, el lloro ensima de la tumba de su esposa hasta que empezo a oscurecer, al darse cuenta de que oscurecia fue a lo más profungo del cementerio hasta que oscureciera por completo para que no lo pudieran ver, en cuanto oscurecio por completo el queria dirijirse a la tumba de su esposa pero no veia nada, el de tamto caminar se canso y se sento ensima de una lapida para descansar un rato, pero empezo a sentir que la tumba se movia como si alguien quisiera salir el se quito y de lentamente se abrio la tumba, salio un cadaver el cual tomo una pequeña y puntiaguda piedra, el cadaver empezo a tallar su lapida cambiando lo que sus familiares habian puesto, el cadaver tomo una piedra puntiaguda cambiando lo que sus familiares habian puesto por la verdad el cadaver se quedo un rato admirando lo que habia escrito y el hombre asustado fue a la tumba de su esposa y vio que donde poco antes habia leído era "Amo fue amada y murió" pero lo que ahora leía era "Habiendo salidoun día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y merió".Al siguiente día encontraron al hombre sin conocimiento...

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  3. " FUE UN SUEÑO "


    Yo lo que entendí fue que un chavo esta enamorado de una chava , pero la chava se murió y el chavo se regreso de Paris y al entrar a la habitación de ellos estaba el espejo donde siempre se veía la chava antes de salir y el chavo pensó que podía aver quedado su rostro por tantas veces que se veía , al marcharse de ahí fue al cementerio y encontró su tumba y el inmediatamente penso que si se seguía llorando lo podían ver y echarlo del cementerio , y se aproximo a un árbol y se escondió entre sus ramas , cuando se dio cuenta que ya no habian linternas prendidas el se salio de su escondite y silenciosamente caminaba entre la ciudad de los muertos pero no lograba encontrar su tumba de su amada haci fue y siguió caminando hasta que se canso y decidió sentarse en una tumba cuando derrepente empezó a tener la sensación de como se alsaba la lapida y brinco hasta la tumba de alado y observo como se levanto el esqueleto , el esqueleto agarro una piedra y empezo a escribir lo que realmete sucedio en su ultimo día de su muerte y cuando el chavo voltio se dio cuenta que todas las tumbas estaban abiertas y los muertos escribiendo su verdadera muerte .
    el chavo corrió hasta encontrar la tumba de su amada para saber lo que habia escrito pero lamentablemente se encontró con la triste verdad de que su amada había muerto por ir a ver a su amante



    Sanchez Rojas Jacqueline 2°E

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  5. Hola profe. Saul Lucio Romano.
    Bueno, pues por que le leí y entendí, fue que, Guy de Maupassant en su cuento describe la horrible situación de perder a un ser amado, la incertidumbre de no saber que sigue con la vida sin ese ser amado.
    El saber que lo que vive en el panteón en verdad o una alucinación por tanto dolor que tiene, siendo de una u otra manera muy real o con mucho dolor.
    O acaso será, el darnos cuenta que no siempre las personas que más amamos, no siempre serán lo que creemos.
    Sobre el cuento.
    Me gustó mucho, pero me pareció triste. Ya que, un chico cuanta lo mucho que adoraba a una chica, la cual murió por una enfermedad (Pulmonía).
    El no recordaba ciertas cosas. Fue al cementerio, donde habían enterrado a la chica que amaba, llegó a su tumba y sobre la cruz había leído: "AMO, FUE AMADA, Y MURIÓ". Se puso a llorar hasta que oscureciera. Llegó al final del cementerio, estando en la parte más antigua.
    De pronto, varios muertos salieron de sus tumbas, escribiendo sobre sus cruces, la verdad de por qué habían muerto. Pensó que la chica había hecho lo mismo, corrió para ver si estaba en lo cierto, y si, así era.
    Pero esta ves, leyó algo completamente diferente, pues ella murió realmente, por haberlo engañado.
    Shendel Lizbeth González Santillan. 2° "D"

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