jueves, 14 de noviembre de 2013

La Malinche lo bueno, lo malo y lo feo




La Malinche
Malinalli (1502-1539)

 
Lo bueno: su conocimiento la sacó de la esclavitud
   Fue una de las esclavas regaladas a Cortés en señal de sumisión, recibió de los españoles el bautismo y fue renombrada Marina. Su extraordinaria inteligencia y su conocimiento de las lenguas maya y náhuatl, la convirtieron en “la lengua de Cortés”.

Marina, que sólo conocía la esclavitud como forma de vida, encontró en los españoles deferencia y protección; en reciprocidad les entregó su lealtad incondicional, uniéndose a Cortés y a su suerte.

Aprovechó sus facultades de intérprete, se condujo con diplomacia y prudencia y siempre estuvo alerta para asegurar y defender la vida del conquistador.

Lo malo: lealtad con los españoles, traición a los suyos.
   Doña Marina es uno de los personajes más controvertidos de la historia de México. Su lealtad a Cortés la convirtió en traidora de los suyos. Su nombre inspiró el término “malinchismo”, sinónimo de repudio a lo nacional y sumisión a lo extranjero.

Como intérprete de Cortés ayudó a construir alianzas, elogió la grandeza de la corona española y las bondades del cristianismo. Sabiéndose indispensable para los españoles dejó pasar las oportunidades que tuvo para traicionarlos. Marina pudo haber ocultado a los españoles que serían traicionados en Cholula, no obstante, enteró a Cortés de la emboscada que se urdía. Lo que pudo ser una matanza de españoles se convirtió en la atroz matanza de Cholula.

Lo feo: la madre del mestizaje es despreciada.
   Doña Marina dio a luz al primer hijo ilegítimo y mestizo de Hernán Cortés. Sin embargo, una vez que el conquistador logró sus objetivos y tras la llegada de su esposa, Cortés la relegó y la casó con Juan Jaramillo. Hasta la fecha, la historia de Doña Marina está llena de leyendas, suposiciones y polémicas.

   Algunos la miran con ojos de madre fundadora del mestizaje, pero muy pocos le perdonan haberse unido al conquistador y haber servido en contra de los 'suyos'.

   La sentencia de la historia también la despreció

Fuente: Revista Quo otoño 2010




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