sábado, 8 de noviembre de 2014

El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano, fragmento

Para el conocimiento de un entorno geográfico es importante conocer acceder a todo tipo de fuentes y de esta forma dar una interpretación más concreta sobre el lugar del que hablamos, leé el siguiente fragmento y analiza el entorno geográfico del lugar para conocer su toponimía. Como actividad entregarás al maestro de grupo una paráfrasis sobre lo entendido en clase, en este blog deja tu comentario.                                                                    

                                                                         El Zarco
                                                                 Ignacio M. Altamirano
                                                                        Fragmento

                                                                               I
                                                                      YAUTEPEC

Yautepec es una población de la tierra caliente, cuyo caserío se esconde en un
bosque de verdura.
De lejos, ora se llegue de Cuernavaca por el camino quebrado de las Tetillas, que
serpentea en medio de dos colinas rocallosas cuya forma les ha dado nombre, ora
descienda de la fría y empinada sierra de Tepoztlán, por el lado Norte, o que se descubra
por el sendero llano que viene del valle de Amilpas por el oriente, atravesando las ricas y
hermosas haciendas de caña de Cocoyoc, Calderón, Casasano y San Carlos, siempre se
contempla a Yautepec como un inmenso bosque por el que sobresalen apenas las
torrecillas de su iglesia parroquial.
De cerca, Yautepec presenta un aspecto original y pintoresco. Es un pueblo mitad
oriental y mitad americano. Oriental, porque los árboles que forman ese bosque de que
hemos hablado son naranjos y limoneros, grandes, frondosos, cargados siempre de frutos y
de azahares que embalsaman la atmósfera con sus aromas embriagadores. Naranjos y
limoneros por donde quiera, con extraordinaria profusión. Diríase que allí estos árboles son
el producto espontáneo de la tierra; tal es la exuberancia con que se dan, agrupándose,
estorbándose, formando ásperas y sombrías bóvedas en las huertas grandes o pequeñas que
cultivan todos los vecinos, y rozando con sus ramajes de un verde brillante y oscuro y
cargados de pomas de oro los aleros de teja o de bálago de las casas. Mignon no extrañaría
su patria, en Yautepec, donde los naranjos y limoneros florecen en todas las estaciones.
Verdad es que este conjunto oriental se modifica en parte por la mezcla de otras plantas
americanas, pues los bananos suelen mostrar allí sus esbeltos y sus anchas hojas, y los
mameyes y otras zapotáceas elevan sus enhiestas hojas sobre los bosquecillos, pero los
naranjos y limoneros dominan por su abundancia. En 1854, perteneciendo Yautepec al
Estado de México, se hizo un recuento de estos árboles en esta población, y se encontró
con que había más de quinientos mil. Hoy, después de veinte años, es natural que se hayan
duplicado y triplicado. Los vecinos viven casi exclusivamente del producto de estos
preciosos frutales, y antes de que existiera el ferrocarril de Veracruz, ellos surtían
únicamente de naranjas y limones a la ciudad de México.
Por lo demás, el aspecto del pueblo es semejante al de todos los de las tierras calientes de
la República. Algunas casas de azotea pintadas de colores chillantes, las más de tejados
oscuros y salpicados con las manchas cobrizas de la humedad, muchísimas de paja o de
palmeras de la tierra fría, todas amplias, cercadas de paredes de adobe, de árboles o de
piedras; alegres, surtidas abundantemente de agua, nadando en flores y cómodas, aunque
sin ningún refinamiento moderno.
Un río apacible de linfas transparentes y serenas, que no es impetuoso más que en las
crecientes del tiempo de lluvias, divide el pueblo y el bosque, atravesando la plaza,
lamiendo dulcemente aquellos cármenes y dejándose robar sus aguas por numeroso
apantles que las dispersan en todas direcciones. Ese río es verdaderamente el dios
fecundador de la comarca y el padre de los dulces frutos que nos refrescan, durante los
calores del estío, y que alegran las fiestas populares en México en todo el año.
La población es buena, tranquila, laboriosa, amante de la paz, franca, sencilla y
hospitalaria. Rodeada de magníficas haciendas de caña de azúcar, mantiene un activo
tráfico con ellas, así como con Cuernavaca y Morelos, es el centro de numerosos
pueblecillos de indígenas, situados en la falda meridional de la cordillera que divide la
tierra caliente del valle de México, y con la metrópoli de la República a causa de los
productos de sus inmensas huertas de que hemos hablado.
En lo político y administrativo, Yautepec, desde que pertenecía al Estado de México, fue
elevándose de un rango subalterno y dependiente de Cuernavaca, hasta ser cabecera de
distrito, carácter que conserva todavía. No ha tomado parte activa en las guerras civiles y
ha sido las más veces víctima de ellas, aunque ha sabido reponerse de sus desastres,
merced a sus inagotables recursos y a su laboriosidad. El río y los árboles frutales son su
tesoro; así es que los facciosos, los partidarios y los bandidos, han podido arrebatarle
frecuentemente sus rentas, pero no han logrado mermar ni destruir su capital.
La población toda habla español, pues se compone de razas mestizas. Los indios puros
han desaparecido allí completamente...